Decía Asimov que “la Educación es algo que jamás se termina” y está claro que yo sigo aprendiendo cosas de mi madre cada día, y ella se afana en mantener intacta su energía para intentar enseñarle algo a un zoquete como yo. Tarea por otro lado nada fácil.
Pero quiero pensar que algunas de las cosas que he aprendido de ella, empiezan a dejar un poso cada vez más denso, de ese que querrías poder transmitir a tus hijas en pos de una trascendencia y continuidad de principios vitales y morales, a través de las generaciones.
Mi madre estudió Historia del Arte, pero en realidad tendría que haber sido directora del CNI, con un talento sobrehumano para analizar personalidades, motivaciones y sus intrincadas conexiones desde el pasado hacia el futuro.
Y eso es lo primero que espero haber aprendido de ella, la importancia del análisis, de tomarse el tiempo y la carga mental necesaria para recoger y entender datos explícitos y escondidos y poder tener una imagen más completa de una persona o una situación. Y así poder tomar decisiones informadas.
Su capacidad para cambiar de contexto con facilidad, para adentrarse en un nuevo tablero de juego, captar con velocidad las fuerzas en acción y actuar con decisión, es algo que espero llevarme conmigo en este mundo tan incierto que nos ha tocado vivir. Incluso para analizar el sentido último de una película iraní, en versión original.
No me deja de sorprender en mi madre su capacidad de sacrificio, que ha puesto a prueba para apoyar a mi padre en sus periplos a través de trabajos, aventuras empresariales y desplazamientos familiares, para tomar las riendas de un restaurante en llamas de la noche a la mañana o para acompañarle, de verdad, durante la enfermedad.
Mi madre me enseñó que si te casas es para compartir un proyecto común, que se construye con luces largas, mirando hacia el futuro. Y que tu pareja debe ser tu primer par de confianza, ése con el que compartes principios y una visión del mundo, aunque puedas tener discrepancias en los detalles. Un aliado contra viento y marea, tu ancla, aunque te llene la casa de libros, trabaje más de la cuenta y sea terriblemente desordenado.
Por otro lado, no he conseguido ni siquiera acercarme a su perfeccionismo, aunque lo intento, para desesperación de los que me rodean. Aunque el perfeccionismo de mi madre más que maniático, es ilustrado, marcando la importancia tanto del fondo como de la forma en todos los asuntos. De hecho, la forma, el diseño, el estilo, pueden ser reflejos velados de aquello que subyace por debajo. Como le digo a mis hijas, hay que estar preparado para cenar en la mesa del embajador cuando sea menester, incluso de improviso, manteniendo composturas y ademanes. Y por eso mi madre se embarca en cocinar tartas imposibles en cada cumpleaños de sus nietas, innovando en recetas y decoraciones.
Su versatilidad y capacidad de adaptación es algo que me llevo puesto. Mi madre ha cambiado de color como un camaleón ante personajes y situaciones de todo pelaje, desde Düsseldorf a Vigo o Sao Paulo. Ha hecho de las mudanzas (12!) un arte depurado en cada iteración, y a pesar del cambio constante, se ha mantenido como el pilar al que nos hemos asido todos los demás en cada incertidumbre. Y para adaptarse a nuevos escenarios y tramas del guión, no ha hecho falta ahondar en menudeces como aprender alemán, o inglés, mi madre deja muy claro lo que quiere sin necesidad de enfangarse en las vicisitudes del lenguaje.
Y mi madre sabe afrontar un golpe como nadie, digerirlo, racionalizarlo y al poco tiempo montar por encima toda la estructura necesaria para saltar al siguiente hito por encima del abismo. Y siempre recuperando la sonrisa para los demás, aunque esconda para sí algunos recovecos más oscuros.
Pero me quedo con la enseñanza más relevante que quiero aprender de mi madre: la importancia de querer mucho, de forma ilimitada, de educar a los tuyos en la comprensión y no en las normas. Una personalidad libre y fuerte se construye desde el caudal de cariño que das y que recibes. Y mi madre se ocupa en hacer sentir a cada hijo, a cada nieta, que cada uno es la persona más especial del mundo y que pueden conseguir todo lo que se propongan. Sea lo que sea.
Y con todas estas enseñanzas, yo lo único a lo que aspiro es a que me miren como mi madre mira a mi padre en esta foto.

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