Me he enganchado a los podcasts (algo tarde, lo sé), y en particular a Revisionist History, del inefable Malcolm Gladwell. Del que dicen que me parezco un tanto, espero que se refieran al aspecto intelectual más que al físico ;).

Uno de los últimos podcasts que escuché, con la Dra. Laurie Santos, versa sobre la receta de la felicidad y menciona cómo los ganadores de medallas de plata en Juegos Olímpicos se quedan muy chafados y tienden a ser unos amargados, mientras que los que ganan medallas de bronce se quedan contentos y satisfechos.
La idea central es que nuestro cerebro nos hace trampas y compara nuestra situación actual con otros escenarios posibles todo el rato, y en el caso de los atletas que alcanzan la plata, el brillo del oro es demasiado potente, y no pueden dejar de pensar lo cerca que estuvieron de ser campeones olímpicos. Y claro, se amargan, aunque sean los segundos de TODO el mundo en su especialidad.
En cambio, los que ganan bronce están super-contentos de tener al menos una medalla y su cerebro les compara con la opción, muy posible y por suerte evitada, de haberse quedado con un diploma olímpico, fuera del podio y de los focos, después de tanto esfuerzo.
En esto del emprendimiento y me atrevo a decir, que en todas las facetas de la vida, corremos el riesgo de vivir en un continuo “síndrome del ganador de la medalla de plata”.
Siempre hay otr@ con más éxito, que crece más rápido, que ha vendido su empresa por más dinero, ha levantado más pasta con mejores fondos, salido más veces en Techcrunch y tiene más seguidores en twitter jaleando sus ocurrencias.
Y si tu ecosistema te parece pequeño y crees que has llegado a algún sitio, basta con mirarse en el espejo de Silicon Valley, Israel o darse una vuelta por instagram, para encontrar a otros y otras mucho más fuertes, guapos y con más tiempo libre para disfrutar en fiestas a las que no has sido invitado.
Siempre somos ganadores de la plata, si miramos suficientemente alto.
Pues bien, yo en el 2020, tengo el propósito de ser un bronce de libro. Muy pero que muy satisfecho con lo que he alcanzado y lo que esté por venir, y voy a dirigir a mi cerebro a compararse con todo aquello que me podría haber pasado y que, por suerte, no ha sucedido. Voy a pensar los bondades de mi familia, en el privilegio de mi trabajo, las amistades, las experiencias vividas, en lo afortunado que soy en todos los aspectos de mi vida.
Dice Erich Fromm, “Si no eres feliz con todo lo que tienes, tampoco lo serás con todo lo que te falta”. En este año que empieza voy a sufrir menos por los problemas que tengo creo que tengo, y esforzarme por estar agradecido por la fortuna que me sonríe.
La plata, que se la queden otros.
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