Me recordaba mi padre estos días un par de cuentos que pueden tener aplicación muy directa para [email protected]. La primera, siendo muy conocida, no está de mal tenerla presente en estos tiempos complicados en los que la montaña rusa parece ir todo el tiempo cuesta abajo.
Historia del rabino y la cabra.
Cuenta la leyenda que un hombre acudió desesperado al rabino para pedirle consejo porque su casa era demasiado pequeña y no tenía suficiente espacio para él y su familia. No podía dormir con su suegra en casa, los gritos de los niños lo volvían loco, todo estaba siempre desordenado y fuera de control. El rabino le aconsejó que metiera una cabra en su casa, lo cual parecía una solución extraña e inusual. Sin embargo, el hombre, obedientemente, decidió seguir el consejo del sabio rabino y metió el animal en casa.
Pero pronto se dio cuenta de que la cabra no hacía más que causar problemas y hacer ruidos, comerse el sofá, defecar por las esquinas y destrozar todo lo que encontraba a su paso. Lo cual empeoró aún más la situación en su hogar. Así que el hombre regresó donde el rabino para pedirle consejo nuevamente, casi sin esperanza.
Esta vez, el rabino le aconsejó que sacara la cabra de su casa, y en cuanto el hombre lo hizo, toda la familia se sintió feliz y aliviada. Satisfechos de vivir en esa casa tan estupenda y con mucha mejor cordialidad entre todos.
No estaría de más, darnos cuenta del privilegio que tenemos como emprendedores o inversores, de poder definir nuestro propio destino, trabajar con gente inquieta y entusiasta y resolver problemas que realmente importan. Basta con encontrar alguna de las muchas cabras que tenemos a nuestro alrededor y sacarla de nuestra vida.
Historia del toro y la valla
La otra historia cuanto como un toro joven veía pastar a unas vacas desde arriba de la colina, en otro cercado. Y tenía muchísimas ganas de saltar al otro lado de la valla para cubrirlas, pero la valla era bastante alta y tenía concertinas en la zona superior. Así que le daba miedo cortarse los testículos al saltar. Entonces le pidió consejo a un toro viejo, que estaba pastando a su lado. El toro mayor lo animó y le dijo que saltara sin miedo.
Pero el toro joven dudaba, y le preguntó qué pasaría si se quedaba corto en el salto y se castraba en las concertinas. El toro viejo respondió con tranquilidad y sabiduría: «No te preocupes, si eso sucede, siempre puedes trabajar de consultor, como yo».
No hagáis mucho caso de los consejos de nadie ;).
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