Hace tiempo que el cartel de «cerrado por vacaciones en Agosto» no encaja con el trabajo de venture capital, sobre todo cuando trabajas con emprendedores en EEUU, LatAm o con compañías internacionalizadas. Pero sí que es cierto que el ritmo baja y permite espacios para la reflexión más allá de la urgencia del siguiente deal o consejo de administración.
Este año, en Enero, me había propuesto simplificar y disfrutar del momento, haciendo más deporte y con menores presiones internas y externas.
Pero la vida es eso que ocurre mientras tu haces otros planes y han sido seis meses muy duros. La enfermedad devastadora y fallecimiento de mi padre, mi rotura de peroné posterior con semanas de dolorosa recuperación y la intensidad de un fundraising de un fondo en el peor momento del mercado, trufada de retos profesionales y personales en el que muchas piezas del engranaje se han tensionado de más, han creado una tormenta perfecta de la que no ha sido sencillo salir. Al mismo tiempo que he encontrado aliados inesperados, cariño infinito y hemos alcanzado logros impensables.
Así que, aquí estoy ahora, sentado en el jardín en Navacerrada, viendo un petirrojo perseguir a su pareja, pensando que vivir es esto también, estar más triste cuando vienen peor dadas, como decía Shakespeare:
“When we are born, we cry that we are come to this great stage of fools.”
Instagram no refleja ninguno de nuestros recovecos más oscuros, pero están ahí y son parte fundamental de quienes somos. Y está bien. La tristeza se sobrelleva mejor rodeado de la gente que te quiere, cuidando los recuerdos del pasado mientras construyes más momentos memorables para el futuro. Desde aquí es posible seguir hacia adelante, construir proyectos vitales, cosechar éxitos y fracasos y no olvidar que soy un privilegiado en todos los sentidos.
Con muchas ganas por ver qué ocurrirá durante los siguientes 5 y 10 años en el mundo de la tecnología en ámbitos tan diversos como la salud, la energía verde, la exploración espacial, la computación cuántica, la analítica de datos, la ciberseguridad, las finanzas o la logística descentralizada. Todo ello empujado por fuerzas habilitadoras como la IA, el SaaS y la robótica.
Pero también por ver crecer a mis hijas, por viajar a lugares espectaculares aunque sea en caravana :), por intentar trascender aunque sea un poquito y cuidar el patio de mi recreo.
Feliz verano! y si es un verano más triste, I feel you, mucho ánimo.
Cuando yo me muera
quiero que me lloren mis yernos,
que mis hijas no me necesiten,
aunque busquen todavía su espacio reservado,
entre mis brazos.
Cuando muera yo,
espero que mis nietos intuyan quien fui,
y se reconozcan en los que me preceden,
una digna estirpe destartalada,
de hombres y mujeres tan buenos
como pudieron.
Espero que algunas mujeres
susurren que las quise,
atronadoramente,
y que me quisieron.
Y espero que no tengas dudas, Elena,
de que aposté todas mis bazas por ti.
Cuando muera, quiero que el cariño
que me quedó por dar,
se reparta entre los necesitados.
Que cosan mis amigos de añares
los desgarros, los jirones irregulares
que deja el amor al desvanecerse.
Y recorran esas cicatrices imperfectas,
ya suyas,
con los dedos y el corazón
para reconstruir gozos, a su manera.
No dejare conflictos, vías muertas,
no embrollare madejas de sentimientos,
no esconderé llaves de baúles con mis claves
que ya me he vertido en ocasiones,
para explicarme.
No espero mucho, cuando muera,
solo quedarme prendido de las comisuras
de los labios de mis tribus.
Esconderme allí,
en el nacimiento de las sonrisas,
para subir, bajar, al ritmo de sus recuerdos.
Pero no os despidáis cuando muera,
hacedlo ahora, muy poco a poco,
un devenir imperceptible
un camino angosto, pero seguro,
la vida, al fin y al cabo.
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